Ramón Carrillo: la carta de un imprescindible
Epistolar - Een podcast door Antología de lo íntimo - Woensdagen
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Es muy conocido el poema de Bertolt Brecht que dice: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”. En este último grupo, sin dudas, estaba Ramón Carrillo. Fue cirujano, neurobiólogo y médico sanitarista. Uno de los neurocirujanos más prestigiosos del mundo en la década del 40. Alguien que dejó la actividad privada, con la que se podría haber hecho rico, para dedicarse a la actividad pública y los pobres. Carrillo fue la primera persona que ejerció el cargo de ministro de Salud deArgentina, durante la presidencia de Juan Domingo Perón. Logró erradicar enfermedades endémicas como el paludismo, hizo desaparecer la sífilis y las enfermedades venéreas. Durantesu trabajo en el ministerio, entre 1946 y 1951, se construyeron 21 hospitales con una capacidad de 22 mil camas. Se estableció la gratuidad de la atención de los pacientes, los estudios, lostratamientos y la provisión de medicamentos. Un novedoso tren sanitario recorría el país haciendo análisis clínicos y radiografías y ofreciendo asistencia hasta en los lugares más remotos. Cuando Juan Domingo Perón fue derrocado por los militares en 1955, Carrillo fue perseguido, sus bienes incautados y hasta se lo acusó deenriquecimiento ilícito. Lo tildaron de “ladrón de nafta”. Justo a él. Carrillo escribe a su amigo, el periodista Segundo Ponzio Godoy. Lo hace desde Brasil, donde está exiliado. Allí murió a los 50 años, pobre, enfermo y lejos de su tierra. Acá un texto lleno de dignidad del médico sanitarista. Acá el de la tarea titánica. Acá un hombre digno, un imprescindible. Lee el actor y director Carlos March.***Belém do Pará, 6 de septiembre de 1956Mi querido Ponzio: Yo no sé cuánto tiempo más voy a vivir, posiblemente poco, salvo un milagro. También puedo quedar inutilizado y sólo vivir algo más. Ahora estoy con todas mis facultades mentales claras y lúcidas y quiero nombrarte el albacea de mi buen nombre y honor. Quiero que no dudes de mi honradez, pues puedes poner las manos en el fuego por mí. He vivido galgueando y si examinas mi declaración de bienes y mi presentación a la Comisión Investigadora, encontrarás la clave de muchas cosas. Vos mismo intuiste con certeza lo que pasaba en mí y me ofreciste unos pesos. Por pudor siempre oculté mis angustias económicas, pero nunca recurrí a ningún procedimiento ilícito, que estaba a mi alcance y no lo hice por congénita configuración moral y mental. Eran cosas que mi espíritu no podía superar. Ahoravivo en la mayor pobreza, mayor de la que nadie puede imaginar, y sobrevivo gracias a la caridad de un amigo. Por orgullo no puedo exhibir mi miseria a nadie, ni a mi familia, pero sí a un hermano como vos, que quizás (conociéndome) puedas comprenderme. No tengo la certeza de que algún día alcance a defenderme solo, peroen todo caso si yo desaparezco, queda mi obra y queda la verdad sobre mi gigantesco esfuerzo donde dejé mi vida. Esta obra debe ser reconocida y yo no puedo pasar a la historia como un malversador y ladrón de nafta. Mis ex colaboradores conocen la verdad y la severidad con que manejé las cosas dentro de un tremendo mundo de angustias e infamias. Ellos pueden ayudarte. Mi capacidad de trabajo está muy reducida; vivo como médico rural en una aldea.(...) Poco a poco mi organismo ha comenzado a desintegrarse definitivamente. Heaceptado todo con la resignación que me es característica. No tengo odios y he juzgado y tratado a los hombres siempre por su lado bueno, buscando el rincón que en cada uno de nosotros alberga el soplo divino. El tiempo y solo el implacable tiempo, dirá si tuve razón o no alescribirte esta carta, ya que en el horizonte de mis afectos, no veo a nadie más capaz que vos de tomar esta tarea cuando llegue el momento, que llegará, cuando las pasiones encuentren su justo nivel.Ramón
