Concorde, velocidad y lujo que acabaron en tragedia
Historias de la economía - Een podcast door elEconomista - Maandagen
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🏃La humanidad, desde el principio de los tiempos, ha sentido el deseo de conquistar la velocidad. Una persecución por desplazarse más rápido para acelerar el viaje a través del mundo, para obtener ventajas en los negocios, la guerra y la propia vida. Corriendo, a caballo, en coche, en tren o, por supuesto, en avión, el objetivo siempre ha sido ser más veloz.✈️Y en esa búsqueda de la máxima velocidad, hay un vehículo que destaca por encima de todos: el avión supersónico, y en concreto, el Concorde. Las investigaciones para volar más rápido que el sonido se enmarcaban en la batalla tecnológica entre las grandes potencias de la Guerra Fría. Estados Unidos, la Unión Soviética y Francia y Reino Unido perseguían, cada uno por su lado, el primer avión comercial supersónico.💵Estados Unidos auspició una carrera entre Boeing y Lockheed para que diseñasen un avión más rápido que el sonido. Sin embargo, a pesar de los incentivos del Gobierno, que se comprometió a sufragar el 75% de los costes, ninguna de las compañías fue capaz de completar la misión, ante la incapacidad para superar los retos financieros y tecnológicos del proyecto, que nunca llegó a la fase de producción.⚒️Los soviéticos fueron los más rápidos, gracias a su Tupolev Tu-144, el primer avión comercial en superar la velocidad del sonido, denominada Mach 1, en 1968. También fue el primero en superar la Mach 2, alcanzando una velocidad máxima de 2.500 kilómetros por hora. Hitos que, sin embargo, no fueron suficientes. 🇫🇷🇬🇧El éixto lo alcanzaría, finalmente, el proyecto desarrollado mano a mano por Francia y Reino Unido: el Concorde. Un acuerdo único y sin precedentes en materia de cooperación, para diseñar juntos u avión, compartiendo toda la información, el montaje y sufragando los gastos por igual. Y con una curiosidad, los planos mezclaban el sistema métrico decimal que usaban los ingenieros galos y el sistema sexagesimal de los británicos. Cierran el complejo acuerdo en 1962 y empiezan a trabajar.